Krems, 21 de agosto 2011
Europa está experimentando los primeros ajustes estructurales que los gobiernos europeos
están imponiendo a su población, y que hasta ahora solo habían sido implementados en otras
regiones del Sur, con el único interés de salvar el capitalismo y sus grandes beneficiarios (la
banca privada, los grupos inversores y las grandes corporaciones). Y todo hace pensar que en
los próximos meses estas políticas antisociales se endurecerán y extenderán. Ya tenemos aquí,
también, las primeras movilizaciones generales para advertir y denunciar los sistemas
económicos y de gobernanza que nos han conducido a este escenario. Y entre los diferentes
espacios de resistencia y transformación, se presenta de manera creativa y enérgica, la
respuesta de los movimientos sociales europeos preocupados por un modelo de agricultura
global que es reflejo exacto del modelo capitalista que la dirige.
El sistema alimentario se está reduciendo a pasos agigantados a un modelo de agricultura
industrializada controlado por unas pocas empresas transnacionales de la alimentación más un
pequeño grupo de grandes superficies de distribución. Un modelo diseñado para obtener
beneficios, y completamente opuesto a su obligación: en lugar de centrarse en la producción
de alimentos sanos, justos y buenos para los pueblos, se dedica a los monocultivos de
agrocombustibles, piensos para animales o plantaciones industriales. Así tenemos que ha
provocado por un lado, una masiva desaparición de fincas agrarias y de las personas que con
ellas tenían su medio de vida. Y por otro, la promoción de una dieta alimentaria dañina para la
salud y con escasa presencia de frutas, verduras y cereales.
Este modelo industrial de producción es dependiente de energías fósiles finitas; no reconoce la
limitación de los recursos como el agua y la tierra; es responsable de drásticas pérdidas en la
biodiversidad y en la fertilidad de la tierra; contribuye al cambio climático; somete a miles de
personas a trabajos sin el reconocimiento de los derechos más elementales y conlleva un
empeoramiento en las condiciones laborales de las personas agricultoras y trabajadoras. Al
mismo tiempo, se aleja de una relación armoniosa con la naturaleza. Explotar y tratar la tierra
de esta forma es la causa fundamental de la pobreza rural en el planeta y del hambre en más
de mil millones de seres humanos (como estamos percibiendo estos días con la crisis
alimentaria en el Cuerno de África
que se acaban desperdiciando en gran cantidad o bien se exportan subvencionados a
mercados dentro y fuera de Europa destruyendo las producciones locales.
Sabemos con claridad que esta situación es el resultado de las políticas agrarias, alimentarias,
financieras, energéticas y de comercio que nuestros gobiernos estatales, la Unión Europea
(especialmente a través de la Política Agrícola Común), las instituciones financieras y las
grandes corporaciones han venido imponiendo. Como por ejemplo las políticas de
desregulación y liberalización de mercados agrarios o la especulación que se hace con estas
materias primas responsable del alza de precios de los alimentos básicos.
El cambio en la dirección de este sistema alimentario disfuncional solamente será posible a
través de una completa reorientación de las políticas y prácticas agrícolas y alimentarias. Es
vital y urgente que logremos rediseñar el sistema alimentario basado en los principios de la
Soberanía Alimentaria, particularmente en Europa.
Por ello, y como alternativa, más de 400 personas de 34 países, desde el Océano Atlántico
hasta los Urales y el Cáucaso, desde el Ártico hasta el Mediterráneo, así como representantes
internacionales provenientes de los diversos movimientos sociales y de organizaciones de la
sociedad civil, nos hemos reunido entre el 16 y el 21 de agosto en Krems, Austria para dar un
paso adelante en el desarrollo del movimiento europeo por la Soberanía Alimentaria.
Construimos sobre los cimientos de la Declaración de Nyéleni del 2007, del Foro por la
Soberanía Alimentaria, celebrado en Malí. El foro en Malí reafirmó el marco de trabajo
internacional para la Soberanía Alimentaria el derecho de los pueblos a definir
democráticamente sus propios sistemas agrícolas y alimentarios, sin poner en riesgo a las
personas o al medio ambiente.
Existen numerosas experiencias y prácticas que se están llevando a cabo aquí y ahora, en los
ámbitos locales, regionales y europeos, basadas en la Soberanía Alimentaria, y que
demuestran de que manera puedes ser aplicadas.
Compartimos valores basados en el respeto de los derechos humanos. Queremos el libre
movimiento de las personas, y no del capital y las mercancías, que contribuyen a la destrucción
de los medios de vida y fuerza a las personas a migrar. Nuestro propósito es la cooperación y la
solidaridad en contraposición a la competencia. Nos comprometemos a reclamar nuestra
democracia: todas las personas deben de tener la oportunidad de involucrarse en cualquier
tema de interés público así como en el proceso de la elaboración de las políticas, decidiendo
de manera colectiva cómo organizar nuestros sistemas alimentarios. Esto requiere la
construcción de sistemas y procesos democráticos, libres de violencia, de la influencia de las
corporaciones, y basadas en la igualdad de los derechos y en la igualdad de género, que
conducirán a la abolición del patriarcado.
Muchos de nosotros y nosotras somos jóvenes que representamos el futuro de nuestra
sociedad y de nuestras luchas. Nos aseguraremos que nuestra energía y creatividad refuerce
nuestro movimiento a través de la participación en la producción de alimentos y el poder
integrarnos en las estructuras y los espacios de decisión.
Estamos convencidos de que la Soberanía Alimentaria no solamente es un primer paso hacia
un cambio en nuestros sistemas agrícolas y alimentarios, sino que también es un paso hacia un
cambio más amplio dentro de nuestras sociedades. Estamos comprometidos a: